Formación a la carta

19/03/2020

La formación a la carta, a través del microlearning o las universidades corporativas son ejemplos del despliegue que las compañías hacen para adecuar su oferta formativa al potencial y/o intereses de cada uno de sus empleados.

Se acabó la era de la formación estandarizada para toda la plantilla. Hoy en día, el aprendizaje que no es lo suficientemente significativo corre el riesgo de no impactar en el desarrollo de cada uno de los empleados. Por ello, las empresas se están esforzando en diseñar catálogos con cursos y temáticas cada vez más segmentadas y especializadas y que tengan una relación directa con la función que ocupa cada empleado. Es una de las mejores formas de fidelizar al empleado y, por ende, disminuir los índices de rotación de aquellos que, desmotivados, deciden abandonar sus puestos de trabajo.

La formación corporativa beneficia claramente a los empleados, en tanto que recicla y amplía su bagaje, les capacita en materias como las nuevas tecnologías y les revaloriza como profesionales, algo de lo que también se beneficia la compañía. Y es que contar con empleados mejor preparados significa contar con empleados más productivos, lo que se traduce en una mayor rentabilidad del negocio, cuya reputación también saldrá reforzada.

La formación a la carta: de los factores mejor valorados

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El salario o las opciones de conciliación llevan varios años liderando los rankings de factores mejor valorados por los trabajadores para escoger un empleo, pero las posibilidades de progresar laboralmente y de formación escalan cada vez más puestos en la lista de requisitos, sobre todo entre los más jóvenes.

Los empleados no se conforman con una formación tipo que sirva tanto para mandos superiores, intermedios o personal de base, o que impacte por igual en las diversas áreas de la compañía. Desean incorporar nuevos conocimientos técnicos o habilidades que aporten valor a su labor diaria, que enriquezcan los proyectos e impacten en la marcha de la compañía. Y eso solo puede conseguirse diseñando una formación a medida en base al potencial y áreas de mejora de cada persona y siguiendo una única secuencia: planificación y fijación de objetivos, búsqueda de recursos (cursos presenciales, seminarios, formación online, coaching, etc.), calendarización y posterior evaluación de los conocimientos adquiridos mediante su puesta en práctica en el lugar de trabajo. Una formación ad hoc en la que el empleado siente realmente que lo toman en cuenta, algo que hace aumentar las cotas de compromiso y orgullo de pertenencia.

Algunos ejemplos de formación a la carta

La formación se convierte así en una inversión rentable para cualquier empresa que se precie. Cada una deberá buscar, eso sí, las fórmulas que mejor se adapten a su naturaleza y a las características de sus empleados, que valorarán la personalización y la flexibilidad de la formación que la compañía ponga a su alcance. Algunas de las fórmulas a las que acuden cada vez un número mayor de empresas son el microlearning o contenido fragmentado en pequeñas cápsulas de conocimiento que permiten que el empleado adquiera nuevos conocimientos y vaya ampliando su expertise en base a sus intereses a través de contenidos dinámicos y gamificados.

Algunas empresas, sobre todo multinacionales, también han creado universidades corporativas en las inmediaciones de sus sedes. Mc Donald’s fue la primera en hacerlo, en Illinois, el año 1961. En nuestro país, hay varias compañías que también cuentan con un centro formativo, al más puro estilo escuela de negocios. Es el caso de Asepeyo, BBVA, Santander, Gas Natural Fenosa, Orange, Repsol o Telefónica, entre otras. Allí, los empleados pueden formarse en ámbitos como las ventas, los RRHH, el marketing o la logística, liderazgo o idiomas, o en habilidades como la oratoria o la comunicación asertiva. Formación que, después, podrán llevar a la práctica en sus respectivos lugares de trabajo.

Formar a los empleados es una opción que beneficia por igual a trabajadores y empresa. Una inversión rentable que vale la pena realizar en pos del compromiso de la plantilla y de la productividad del negocio.