Coaching ¿moda o necesidad?
Cada vez aparece con más insistencia en los planes de formación el concepto “coaching”, y en alguna conversación informal con algún Responsable de Formación ha surgido la pregunta: “¿Es otro invento de las consultoras para sacarnos nuestros escasos fondos para formación?”.
Coaching ¿moda o necesidad?
Cada vez aparece con más insistencia en los planes de formación el concepto “coaching”, y en alguna conversación informal con algún Responsable de Formación ha surgido la pregunta: “¿Es otro invento de las consultoras para sacarnos nuestros escasos fondos para formación?”.
En cada uno de nosotros hay un mecánico del automóvil, un preparador físico o un psicoanalista. Parece que todos conocemos la solución mágica… para los demás. Y como yo tengo un extraordinario respeto para los profesionales que se dedican a tareas tan complicadas, he de recurrir a ellos cuando tengo algún problema que ellos me puedan solucionar pero, antes de quedar en sus manos, me preocupo por saber algo más: su experiencia, competencias, conocimientos, referencias, etc…
Creo que lo mismo debe suceder con el coaching. A su sombra se acogen profesionales mejor o peor cualificados y proliferan masters, academias, centros de estudios, etc…, dispuestos a expedir el correspondiente certificado o licencia para desarrollar su tarea como coach.
Es en este momento cuando debe actuar el Responsable de Formación analizando experiencia, competencias, conocimientos, referencias, etc…, tanto de la empresa expendedora del título como del propio coach. Para dignificar este rol, todos debemos de ser muy exigentes para que no nos den “gato por liebre”.
No, no es sencillo ser coach. Hacer coaching supone desarrollar unas competencias y habilidades que tocan diferentes campos, muy complejos todos ellos, que el coach debe de relacionar para encontrar el mejor camino de resolución para la persona a formar.
El coach debe de ser psicólogo para entender con la suficiente profundidad, pero manteniendo una distancia adecuada, los procesos mentales de la persona sobre la que se realiza el proceso.
El coach debe de ser sociólogo para encontrar respuestas que expliquen el –también complicado- mundo relacional en el que se desenvuelve la persona incursa en el proceso de coaching.
El coach debe de ser consultor y conocedor con la suficiente profundidad de la misión, visión y valores de la organización en la que trabaja, cómo se transmiten a los empleados, como se viven, estrategias de poder, de toma de decisiones, etc…
En definitiva, ser coach es algo muy complicado y muy útil. Si lo banalizamos y pensamos que cualquiera vale para ello, lo convertiremos en una moda pasajera sin ningún valor añadido para la organización. Si lo tomamos en serio, lo analizamos y le damos la importancia que realmente debe de tener, lo convertiremos en una herramienta absolutamente necesaria para el desarrollo personal y profesional de las personas que forman el entramado organizacional por el que debe de velar el Responsable de Formación.
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En cada uno de nosotros hay un mecánico del automóvil, un preparador físico o un psicoanalista. Parece que todos conocemos la solución mágica… para los demás. Y como yo tengo un extraordinario respeto para los profesionales que se dedican a tareas tan complicadas, he de recurrir a ellos cuando tengo algún problema que ellos me puedan solucionar pero, antes de quedar en sus manos, me preocupo por saber algo más: su experiencia, competencias, conocimientos, referencias, etc…
Creo que lo mismo debe suceder con el coaching. A su sombra se acogen profesionales mejor o peor cualificados y proliferan masters, academias, centros de estudios, etc…, dispuestos a expedir el correspondiente certificado o licencia para desarrollar su tarea como coach.
Es en este momento cuando debe actuar el Responsable de Formación analizando experiencia, competencias, conocimientos, referencias, etc…, tanto de la empresa expendedora del título como del propio coach. Para dignificar este rol, todos debemos de ser muy exigentes para que no nos den “gato por liebre”.
No, no es sencillo ser coach. Hacer coaching supone desarrollar unas competencias y habilidades que tocan diferentes campos, muy complejos todos ellos, que el coach debe de relacionar para encontrar el mejor camino de resolución para la persona a formar.
El coach debe de ser psicólogo para entender con la suficiente profundidad, pero manteniendo una distancia adecuada, los procesos mentales de la persona sobre la que se realiza el proceso.
El coach debe de ser sociólogo para encontrar respuestas que expliquen el –también complicado- mundo relacional en el que se desenvuelve la persona incursa en el proceso de coaching.
El coach debe de ser consultor y conocedor con la suficiente profundidad de la misión, visión y valores de la organización en la que trabaja, cómo se transmiten a los empleados, como se viven, estrategias de poder, de toma de decisiones, etc…
En definitiva, ser coach es algo muy complicado y muy útil. Si lo banalizamos y pensamos que cualquiera vale para ello, lo convertiremos en una moda pasajera sin ningún valor añadido para la organización. Si lo tomamos en serio, lo analizamos y le damos la importancia que realmente debe de tener, lo convertiremos en una herramienta absolutamente necesaria para el desarrollo personal y profesional de las personas que forman el entramado organizacional por el que debe de velar el Responsable de Formación.